En un lejano lugar apartado de toda
civilización vivía un Ermitaño que tenía la característica de ser: millonario,
joven, guapo, con doctorado en Derecho, Ciencia Política, Filosofía y
Lingüística, además de vivir en una casa pequeña de unos sesenta metros
cuadrados, pero que era dueño de doscientas hectáreas de terreno que en lo
inhóspito del lugar parecían más. Este Ermitaño poseía una conexión a internet
súper rápida además de tener todas las comodidades tecnológicas que existen;
entre ellas un i pone 5, una ipad, una mac, y algunas Pc´s, monitores y además
tenía un robot llamado Dante.
El doctor Ermitaño vivía de la
naturaleza, pues por su propiedad pasaba un río, pues un día mando a desviar el
cauce de un río cercano, y lo había hecho de manera subterránea, toda una obra
de ingeniería, con la cuál sembraba sus propios alimentos, además de tener aves
de cría como: pollos, guajolotes, patos, cerdos y uno que otro buey.
El robot llamado Dante le decía
cuando era el momento de levantar la
cosecha, iniciar la siembra o cuando era oportuno comer: pollo, pato,
guajolote, cerdo, etcétera. Tenía su vida resuelta no había que preocuparse por
las cosas mundanas, tratar de adivinar cuando debía sembrarse o cosecharse o
cuando se tenía hambre, frío o calor, pues Dante siempre estaba al pendiente de
esos detalles mundanos, por lo cual el Doctor Ermitaño podía proceder
a crear su mundo, y vivirlo como él pudiera. El Doctor Ermitaño como en
solía hacerlo en su época de estudiante, y específicamente cuando hacía orgías con
sus compañeras de posgrado, no usaba ropa en lo que el llamaba “Reino de la no
justicia”, pues decía que en su casita y en su terrenito no existían más seres
pensantes que él y por lo tanto todo lo que el hiciera o dejara de hacer no
podía someterse a consideración, aceptación, experiencia o confort de persona
alguna, era pues un lugar donde podría caber todo lo virtuosos de la humanidad,
sin necesidad de experimentar lo negativo de la misma humanidad que obligaba a
los hombres a vivir en sociedad con unas reglas a las que se denominaban “derecho”
, un derecho que no venía de los mal nacidos, como dirían algunos, sino
de los mal cogidos como diría el Doctor Ermitaño.
Con estas consideraciones y en este
escenario el Doctor Ermitaño vivió veinte años, sin estar alejado de las
noticias, redes sociales, y demás medios de comunicación electrónica y
universal que se tenía acceso. Era un ciudadano de mundo que no experimentaba
los vicios ni los pecados originarios, como lo eran el sexo.
Pero un día deseo volver a su alma
mater a dar clases de lo que había
aprendido en esos últimos veinte años de ser Ermitaño, con un rostro, cuerpo y
mente jovial que lo hacía ver como un muchacho de veinte años.
Pero pudo observar que el mundo
virtual que lo conectaba con el mundo social era distinto, que seguían
existiendo personas en pobreza material extrema, que el sexo seguía siendo un
adalid para mandar sobre las personas, que los políticos seguían siendo los
mismos ignorantes sólo que ya se habían reproducido, que los abogados exitosos
eran ya sus amigos de orgias y de disturbios en cantinas. Es decir, que nada
había cambiado, y que seguían buscando, sin éxito, encontrar las definiciones a
conceptos tan antiguos como la justicia, derecho, amor, paz, armonía,
felicidad, realidad, etcétera. Pero que la buscaban porque se encontraban en un
mundo que les habían creado sus padres, padres que dicho sea de paso eran
ignorantes y que se dejaban arrastrar por sus pasiones y que producto de dichas
pasiones hallaban en el argumento una excusa para hacer plausible lo
implausible.
Dante, el robot, que no era más que
una serie de algoritmos animados en un trozo de metal podía entender la
realidad a la que se estaban enfrentando al dejar su pedazo de tierra, y
recordó que lo habían programado para no pensar y simplemente seguir reglas, y
no pudo expresar lo que sentía al ver aquella sociedad en la que el Doctor Ermitaño
quería adentrarse.
Por el contrario el Doctor Ermitaño
podía tener grandes charlas con sus colegas, que eran ínfimamente pobres,
económicamente y culturalmente hablando, en comparación con el Doctor Ermitaño,
y entre sus charlas entre los colegas Dante no pudo evitar usar sus algoritmos
para tratar de comprender y expresar el siguiente relato:
“Dr. Ermitaño.- no entiendo cómo la
gente prefiere abandonar sus tierras, y sus aldeas en pos de venir a vivir a
una ciudad donde los reducirán a nada por gran parte de sus existencia, unos
treinta o cuarenta años en lo que se logran establecer, para después ir a morir
a su aldea y volver a cosechar su tierra y tener en la conciencia que era mejor
vivir en su aldea, con comida fresca, rica, nutritiva y gratis, ESO NO ES
JUSTO, que injusticia, a esas personas se les debería hacer justicia y
regresarlas a sus aldeas antes de que mueran y dejen sus vidas a otros que los
dominaran y arrojaran a su tierra de origen cuando ya no les sean útiles,
incluso por sus propios hijos, que Dios me perdone por lo que digo”.
Dante no lograba entender la
conversación en los siguientes puntos: justicia, injusticia, justicia, Dios, no
estaba hecho para poder explicar situaciones que no tuvieran una comprobación
general, y aceptada por sus reglas internas de funcionamiento, era una maquina,
después de mucho pensarlo con sus algoritmos, expresó: soy una maquina, pero
soy distinta, soy una maquina que piensa, y si tengo la capacidad de pensar,
aunque no de expresarme, incluso no me puedo reproducir, no tendré hijos; y
murmuro, no tendré un pequeño Dante, pasaron unos momentos y pensó… ¡Que
injusticia!
Después de esto analizo la forma en
que el procesaba la información y de cómo podría expresarse y dijo cual es el
procedimiento, es decir, ¿cómo me puedo comunicar con el Dr. Ermitaño? Y la
respuesta fue: paso uno.- el Dr. Ermitaño me hace una pregunta y yo le
contesto, así de simple, pero en el paso dos.- trato de encontrar la respuesta
en mi memoria, ¿en mi memoria se cuestiono? De que esta hecho mi memoria, y
para qué está hecha, y paso tres.- expreso la respuesta, el Dr. Siempre hace
respuestas fáciles, su vida es muy fácil. Pero pensó, el Dr. Ermitaño no me
hace preguntas sobre la justicia, injusticia o lo justo, sólo me dice cosas
como: ¿qué hora es?¿avísame cuando sean las cuatro de la tarde?¿a qué
temperatura estamos?¿cuánto dinero tengo en mis inversiones?¿me debo comer un
pollo?¿me debo cenar una guajolota?¿debo matar a un buey? Un momento reviro,
nunca me ha preguntado si es justo matar, o si es injusto que sean las cuatro,
o si la justicia existe a las cuatro de la tarde.
Me han programado para que sea útil,
no para que busque una utilidad de mi, pero Dante el robot no sintió nada. Pero
pudo hacer una analogía al Estado que él sentía en ese momento con el que
sentía, quizás pensó, el Dr. Ermitaño. Ese miso día el Dr. Ermitaño decidió
continuar con su vida en sociedad, y dejo a Dante el robot en el olvido, hasta
que un día el Dr. Ermitaño, lo saco llamo y le dijo que le daría su libertad.
Dante no entendió lo que le había
dicho, pues era necesario que el Dr. Ermitaño le preguntara para que el pudiera
expresarse en consecuencia, y con una sonrisa muy tenebrosa el Dr. Ermitaño
dijo, mira Dante en esta sociedad el dinero es lo único que importa hay
personas que venden sus conocimientos, tiempo, vida, y más a cambio de dinero,
y yo tengo mucho, no necesito pensar, ni saber si algo está bien, o está mal, me basta con mi sentido común, ya no te
necesito. Dicho lo anterior lo arrojo a un bote de basura, pero Dante pudo
darse cuenta que el Dr. Ermitaño sólo le dio una explicación, nunca le pregunto
cómo se sentía y en consecuencia no podía expresarse, no estaba programado para
hacerlo.
Unos días después Dante se encontraba
en un lugar muy distinto que el conocía por referencias de programación como un
basurero, y un joven llamado Ovis lo
saco de la basura y dijo ¿Qué raro que serás? A lo que Dante, por escuchar una
pregunta, respondió: ¿Soy un robot llamado Dante? El joven Ovis lo soltó y
grito la basura me hablo, y pasaron unos minutos antes de que Ovis se acercara
a Dante, pero cuando Ovis se acerco dijo ¿Puedes moverte, qué más puedes hacer?
Dante respondió: si puedo moverme, y en general puedo responder preguntas, si
te quieres comunicar conmigo debe ser a través de una pregunta si no, no puedo
contestarte.
Ovis dijo: a ver si es cierto: ¿Cómo
me llamo?
Dante dijo: no sé cómo te llamas,
pero puedo definirte como una persona, y por el tono de voz debes ser del sexo
masculino.
Ovis dijo: Ya veo, estas en lo
cierto, bien mi nombre es Ovis, ¿Quieres ser mi amigo?
Dante dijo: ¿Amigo?
Ovis dijo: si mi amigo, o ¿quieres
que sea tu dueño?
Dante dijo: Mi dueño está bien.
Dante después de ese episodio
acompañaba a Ovis a todos lados, y respondía sus preguntas que eran muy
parecidas a las que hacia el Dr. Ermitaño, pero anhelaba que le preguntaran por
la justicia, lo justo y lo injusto, hasta que un día.
La mascota de Ovis, una perra, murió
atropellada por el Dr. Ermitaño, y Ovis dijo: ¡que injusto! Y volteo a ver a
Dante y le dijo: “¿crees qué esto es justo DANTE, crees que es una injusticia
que este crimen quede impune?”
Dante que tanto anhelaba responder a
esas preguntas dijo: No sé que es la justicia, o lo injusto, pero podemos
utilizar el la palabra justicia: para referirnos a querer en un estado de las cosas hasta
antes de que sucede algo, cualquier situación, que nos causa un daño, y lo
justo lo podemos definir como: ese proceso al cual quisiéramos que se
sometieran los hechos para volvernos a ese estado de justicia.
Ovis no entendió lo que Dante le
dijo, y corrió hacia el Lamborghini Aventador que manejaba el Dr. Ermitaño y le
dijo: “ahora quien me va a hacer justicia” a lo que el Dr. Ermitaño dijo:
“quizás estos diez mil, te la hagan”, a lo que Ovis de manera alegre dijo: Se
hizo justicia.
Dante escucho toda, identifico al Dr.
Ermitaño, que parecía más un modelo de revista que aquel hombre maduro con
aspecto juvenil, y a Ovis cambiando de un estado de ánimo a otro, pero que puso
en contra sus pensamientos acerca de la justicia y lo justo, y le parecía que
la injusticia no era que se le devolviera la vida o no la perra, si no que
Ovis, quien clamaba justicia volviera a ese Estado en que se encontraba antes
de que sucediera lo que le había causado un daño.
Después de eso, Dante le dijo en
respuesta a las preguntas que me formulaste hace unos instantes te puedo
responder lo siguiente: el crimen quedará impune, creo que no se cometió una
injusticia, y que fue justo lo que ha pasado.
Pero DANTE después de aquello jamás
volvió a buscar que lo cuestionaran sobre la justicia, lo justo o la
injusticia, y se imaginaba en la casa del Dr. Ermitaño donde al no existir más
humanos que el Dr. Ermitaño que no preguntaba sino cosas de la realidad
cuantificable, no importaba hallar una realidad de palabras con referencia a
contextos o experiencias.
Y pensó que era más práctico hablar
de valores cuantificables como: precios, pesos, temperaturas, etcétera que
tenían cierta relación con la naturaleza de las cosas que tratar de buscar el
valor a las actitudes, percepciones, etcétera que provenían de una persona,
porque mientras el mundo natural no se acompañaba de palabras, el hombre trataba
de explicar todo con sus palabras.
DANTE pensó soy un robot de distinta
época, y la justicia que puedo hacer valer dependerá de la época en que me
encuentre, y cada época tiene a sus personajes, experiencias, anhelos,
etcétera. De hoy en adelante relativizaré todo y tendré una respuesta para cada
tipo de justicia que será justicia de época, y seré DANTE: el justiciero de
época. Y seré justiciero porque interpretaré la justicia cuando me lo
pregunten, y para cada época crearé una especie de ministro que comparará su
justicia con su época y de en época en época la misma irá cambiando, creando un
sistema de justicia que podrá ser estudiado en pos de la justicia.